¡Muy buenos días queridos amigos! En todos mis años de vida me ha tocado vivir en muchos lugares de los cuales conservo recuerdos muy bellos y voy a platicarles de algunos de ellos durante estos sábados. Hace muchos años que visité por primera vez la ciudad de Culiacán, Sinaloa y deseo escribir este espacio porque desde el primer momento que pise el suelo Culichi siempre fui recibido y atendido como si hubiera llegado a mi casa, o incluso mejor que eso. Les comento esto porque he escuchado muchas criticas y comentarios negativos sobre la gente de Sinaloa y específicamente la gente de Culiacán y honestamente creo que no conocen a su gente, al menos como realmente son en general. No digo que no exista gente “mala” igual que en todas partes, pero si duele el escuchar comentarios casi despóticos o generalizados sobre esta bella  gente Culichi. Llegué a visitar a mi tía Lupe (jajaja todos tenemos una tía Lupe en Culiacán) que en realidad no era mi tía, sino mas bien hermana de la mamá de mi papá Jesús que es el segundo esposo de mi mamá (uffff que embrollo), bueno lo que pasó es que fui a visitarla por primera vez y la mujer era verdaderamente alguien muy amable y cariñosa, junto con su esposo,  vivían en la calle San Salvador frente a la Escuela Sócrates prácticamente en la zona más vieja y central de Culiacán. Llegamos depués de un largo y divertido viaje en tren a la estación de la ciudad y de ahí tomamos una “araña” en la que nos transportamos a la casa de la tía. Dejen les describo lo que era una araña, que no son por cierto como las de hoy, que son motorizadas, la famosa “araña” era una calesita tirada por un caballo de lo mas divertida, rentabas dos o tres, para llevar maletas y a trote lento por las calles empedradas, te llevaban a la dirección pedida. Que experiencia queridos amigos, inolvidable... De una tradición y romanticismo único, trotamos por la calle humeda después de la lluvia para llegar a la casa familiar y cenar como solo ella sabia hacer la comida. Los tíos vivían en una casa muy sencilla, con un tejabán al fondo, catres de lona  y abanicos de aspas; al frente un patio con mecedoras y la mesa servida para cenar. Los primos de mi época y edad jugando, las risas de todos, visitas de los demás familiares (postizos para mi) que siempre me trataron como si fuera un hijo biológico de ellos. Conocer y caminar hasta la Iglesia de La Lomita, que por cierto detrás de ella no había absolutamente nada, todo era bosque y nada mas (muy diferente a la actualidad) y era divertido salir a trepar árboles, cortar ramas para hacer resorteras, pagar un peso (un peso, si señor) para entrar a las quintas de mangos a comer todo lo que pudieras comer (hasta que el estómago no podía más) o trepar a una casa y cortar limones verdes para comerlos con sal, irse de vagos al rio por supuesto a escondidas y regresar por la tarde pasando por las cacahuateras y terminar con una tremenda diarrea, pero al día siguiente volver a empezar. ¡Como olvidar todo eso queridos amigos! Pasaron los años fáciles de mi niñez y llegué a la adolescencia (pobrecita mi mamá) y llegó el tiempo de salir de casa e irme a estudiar, porque había reprobado el primer semestre de prepa y mi tía Lupe me salvó diciendo: “Dejen que el muchacho venga a estudiar a Culiacán y yo lo cuido” (pobrecita de ella ) yo era verdaderamente tremendo. El día que salí de su casa por rebelde, empecé a dormir en casas de mis amigos sobre todo con mi gran cuate César Moreno Sauceda (que conocí en un camión) vivíamos por la carretera a Sanalona y cuando llovía que es muy frecuente en tiempos de aguas, salir de su casa era una odisea. Como olvidar a mi tía Chuy, hermana de mi abuelo Daniel y todo un personaje digno de escribir un articulo completo de ella, única diferente, atrevida, entrona, siempre me recibía en su casa y me decía “cabr…n (era muy mal hablada) no has comido verdad” “no me mientas… siéntate te voy a dar de comer” sacaba una coca cola grande de vidrio y me hacía de comer.  Allá estudié la preparatoria en la preparatoria popular Emiliano Zapata, de donde conservo grandes amigos como: Carlos Hernandez, Antonio Aguilera, Mario Samaniego, Victor Landeros, el perico, el Tono, la Betty, la Chary, la Lupita Conde (jajajaja) que divertidas nos dábamos todos, con nuestros amigos de Costa Rica y muchos más que para citarlos habría que hacer un escrito mucho más largo. Sábados en el parque jugando basquet o fut y al final todos a sus casas para iniciar una nueva semana. Amigos inolvidables, únicos, nobles, honestos, trabajadores. Han pasado casi 50 años de cuando estudié la preparatoria, pero creanme amigos, constantemente sueño que estoy en mi bello Culiacán, viendo el río, caminando por el centro, comiendo en el mercado, yendo a la lomita o al parque, riendo con mis inolvidables amigos Culichis. Hay gente buena muy noble entre los Sinaloenses,y gente mala, muy mala en todas partes.