¡Muy buenos días queridos amigos!

Vamos a la siguiente entrega de estilo de vida y a platicarles de la siguiente ciudad de mis amores.

Después de vivir un tiempo considerable en Culiacán y terminar mi preparatoria, decidí ir a estudiar Medicina pero, ¿a dónde?.

Hablando con mi padrastro Jesús sobre mi deseo de estudiar medicina e irme a donde estaban estudiando unos amigos míos me “bateó olímpicamente” diciendo que “no podía meterle dinero bueno al malo” imaginense este impacto, en un joven que deseaba estudiar y no tenía recursos para hacerlo por si mismo.

¿A dónde creen que me regresé?
Pues a Culiacán con mi tía Chuy muy triste y derrotado, pero mi guerrera tía me dijo que ella tenía una amiga que vivía en Morelia y que tenía una casa donde albergaba estudiantes, que me fuera para allá que ella le hablaría de mi y me daría una carta de presentación.
Pues en tres días ya tenía mis pocas cosas empacadas y a preguntar:
¿Dónde queda Morelia?
¡Jajajaja!, increíble pero de verdad no sabía.

Tomé el tren a Guadalajara y de allí un camión a Morelia para llegar de noche a una ciudad colonial hermosa, pero totalmente desconocida para mi.

Recuerdo que llegué a un hotel que no tenía ventanas y salí a caminar, por la calle solitaria y de verdad que cuando uno tiene fé, Diosito pone las cosas en el lugar correcto.

Caminando por la calle encontré a unos jóvenes de mi edad con toda la finta de culichis y les pregunté que donde quedaba la escuela de medicina y entre plática clásica de la gente de Sinaloa, amablemente me preguntaron en donde me estaba quedando y salir a relucir que venía buscando a una señora a la que le decían doña Chuy y que ella tenía una casa de asistencia para estudiantes.

Resultó que ellos vivían en esa casa y al día siguiente ya estaba viviendo con ellos e inició mi vida en Morelia.

Cuando viví allá, vivíamos en una vecindad de cuarta categoría en el centro de la ciudad, la clásica vecindad que tiene una portera y en el pórtico por la noche se pone una señora a vender comida, le deciamos “doña taquitos” y era nuestro ángel protector porque nos fiaba y era la salvación para los hambrientos.

Morelia en ese entonces seguía conservando su tradición colonial y las calles con sus faroles, que por la noche patrullaba el farolero haciendo su ronda de guardia diciendo “las doce y todo sereno”.
¿Se pueden imaginar eso?
Estudiando en el quicio de una puerta con la luz del farol público porque no teníamos luz o ibamos a la central camionera para que con café y luz pudiéramos estudiar toda la noche.
Así transcurrió parte de mi vida de estudiante en la hermosa y colonial Morelia.

¡Todo Michoacan es bello!

Es uno de los estados mas hermosos de la república y lugar que deben de visitar.
Mis grandes amigos de la universidad son de ahí.

Con su catedral, sus portales, parques y museos, palacios y grandes monumentos.
Es verdaderamente una joya y patrimonio de la humanidad declarado por la UNESCO.

La violencia ha dañado mucho a esta gente bella guerrera y trabajadora, que en verdad deseo le llegue la calma y la paz que tanto merecen.
Allá se gestaron los grandes movimientos de liberación nacional y es una capital del arte y la gastronomía.

Cuando conoces Michoacán, puedes decir con certeza que has conocido el paraiso.
Bendito Michoacán, ¡te deseo la paz que te mereces!.